Asphalt

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domingo, 7 de febrero de 2016

2711

Un tinte dorado adornaba tu pelo, del que ahora veo... nada.

Un pintalabios rojo coloreaba tus besos, de los que ahora disfruto... nada.

Una cruz al cuello demostraba un sentimiento, del que ahora percibo... nada.

Aquella agradable melodía acompañaba su risa, que ahora comparto... nada.

Aún estando tan cerca te siento alejada;
aún buscando tu rostro, espero evitarlo.
Queriéndote próxima, me convienes lejos.
Seguirás siendo un recuerdo que nunca existió.

lunes, 28 de diciembre de 2015

Pánico de pensar que estoy vacío por dentro

Estoy en una época de mi vida en la que no tengo ni idea de qué sentir.
Procuro no pensar en ello poniéndome excusas a mí mismo tal que si los exámenes, que si no es momento de rallarse... Pero es pararme a pensarlo y ya me da hasta vértigo la sensación de tener que enfrentarlo; de tener que tomar un nuevo rumbo pronto antes de acabar estrellándome contra algo de lo que ni si quiera sé si estaré preparado.

Quizás es el orgullo, el qué pensará de mí, o incluso puede que simplemente no me atreva a hacerlo, pero el haber tomado una probablemente mala decisión importante por alguna razón que a día de hoy desconozco puede haber sido la fuente de toda esta situación. ¿Aunque de qué sirve lamentarse? Si ni si quiera estoy molestándome en cambiar lo que pasó intentando evitarlo a base de malas excusas y otras actividades para llenar el rato y evitar pensar.

Aún me acuerdo de aquella sensación al levantarme de la cama cuando era un crío. Aquellas mañanas en las que me levantaba hasta nervioso sólo por el hecho de que tenía una excursión, un día distinto, iba a empezar un campamento de verano o porque era el día de Reyes. Incluso no hace falta irse tan lejos; ya en los tiempos del instituto era capaz de levantarme feliz pensando que iba a ser un buen día porque esa noche me dejaban dormir en casa de un amigo, porque comía fuera, porque la noche anterior había conseguido robarle un beso a esa muchacha que tanto me gustaba o simplemente porque me iba bien, no me preocupaba nada más que aprobar o llevar la tarea hecha a clase.
Pero ya no tengo esa sensación.
Esa de levantarme feliz pensando que va a ser un buen día aunque no tenga razones para hacerlo, esa de no importarme levantarme de la cama temprano sólo por el hecho de no perderme nada y aprovechar al máximo lo que me viniese por delante.

Probablemente no sienta eso ya porque no es hora. Que no puedo esperar a sentir lo mismo que antaño simplemente porque es eso, el pasado, y hay que dejarlo estar para mirar atrás de vez en cuando y sonreír pensando en todo lo feliz que era entonces.
Puede ser que también lo esté mirando desde el punto de vista equivocado y juzgue cosas sin tener del todo razón debido a mi situación. Espero que así sea y que todo haya sido una gran confusión de la que salga en cuanto esté preparado.

sábado, 12 de abril de 2014

La noria

Todos pasamos momentos en los que la vida parece como una noria. Una noria que le gusta bajar pero le cuesta subir. Momentos en los que estamos tristes o nos rodea la melancolía y en cambio momentos en los que derrochamos felicidad por todos lados y sonreímos a todo el mundo.

Últimamente me siento así, feliz por todo lo bueno que me pasa y tengo alrededor; quién sabe cuánto durará, si se llegará a estropear o si  no tardará mucho en volver a bajar.

¿Pero a quién le importa?

Si se trata de disfrutar ahí estaré yo para aprovechar cada segundo de una maravillosa compañía o de una buena cerveza tumbado en la hierba con unos colegas. Porque sé que si la noria vuelve a bajar de nuevo, tardará bastante en volver a subir y dejar las cosas como estaban.

Una cosa que sé con seguridad es que no suele quedarse quieta. O está subiendo o bajando, es extraño que se quede arriba constantemente o abajo mucho rato, aunque se nos haga eterno.
¿A qué le tenemos más miedo?¿A que se quede sin fuerzas para volver a subir o que al llegar arriba temamos por caer? Eso os lo dejo a vosotros.

jueves, 14 de febrero de 2013

Aquel cruce de miradas

Hacía calor en aquella clase. El mes de junio ya estaba cerca y los alumnos aguantaban como podían la sensación de querer salir a los campos extensos y verdes que se veían a través de los ventanales laterales.
El profesor, quien parecía implacable frente al calor que había en el ambiente, continuaba su clase sin prestar atención a los aspavientos y muestras de poco afecto hacia sus explicaciones.
Un alumno de la última fila preguntó a su compañero la hora. No serían más de las dos, y eso significaba que quedaban aún cinco minutos de clase.

Desde su sitio, el más cercano a la ventana, podía tener las vistas más magníficas de la clase. Una amplia y verde pradera se extendía perdiéndose hacia el horizonte y a la izquierda estaba el resto del pueblo que, a pesar de que la escuela se encontraba al borde de la zona urbana, se podía apreciar un par de casas que sobresalían del límite llegando a situarse cerca del lago.
Supuso que ya quedarían tres minutos como mucho. Para él tres minutos de historia se le hacían como veinte. No podía aguantar la asignatura, ya que sus pensamientos no estaban en clase, sino meditando sobre sus planes vespertinos. Hoy es el gran día que había estado esperando desde hace tiempo: el día de la huerta.

Todos los años se iba con sus amigos al otro lado de la comarca a una huerta que tenían sus tíos maternos y lo pasaban demasiado bien. Llevaba esperando con impaciencia que llegase este día para olvidarse de sus problemas y disfrutar del buen tiempo.
Volvió a preguntar la hora. Dos minutos.
—No puede ser...— Suspiró con voz baja. Fueron los instantes más largos que había experimentado recientemente, dibujando siluetas en el borde del pupitre o mordisqueando su lápiz; hacía cualquier cosa que le mantuviese ocupado.


Por fin sonó el timbre y toda la tensión que había acumulada en los cuerpos de los adolescentes saltó de repente recogiendo cuadernos, libros y algún que otro artilugio de material escolar.
Se despidió de sus compañeros y salió disparado de clase hacia su casa para dejar su mochila y llamar  a sus amigos, pero tras bajar las escaleras y cruzar el pasillo la vio.
Era un poco más bajita que él, de ojos pardos iluminados por el sol y adornados con una línea negra que los hacía resaltar, y una cabellera lisa y morena que caía sobre sus hombros como una cascada.
Tenía una preciosa sonrisa que transmitía una fortaleza y una seguridad en sí misma que no había visto nunca en ninguna otra parte. Llevaba un vestido color beige algo ceñido al cuerpo que le dejaba al aire sus brazos adornados en sus muñecas por unas pocas pulseras.
El cruce de miradas entre los dos duró un instante eterno en el que ninguno de los dos pudo reaccionar; ni si quiera un simple pensamiento pasó por su mente durante la situación hasta que fue empujado afuera por un amigo suyo que le llevó al patio.

A día de hoy sigue acordándose de aquel cruce de miradas deseando que volviese a ocurrir para poder ver una vez más aquellos ojos marrones que le dejaron sin poder reaccionar, pero no...
Jamás volvió a verla.

martes, 12 de febrero de 2013

Nostalgia veraniega

Sé que estamos en febrero. ¿Pero a quién no le viene la nostalgia de vez en cuando del verano?

A mí me vino ayer viendo unas fotografías de hacía un par de años.
Sé que ver fotografías a veces no viene bien porque sacas mucha mierda de antaño pero para mí tiene un significado especial.
Además no serían más de 20 fotos pero ya me traen miles de experiencias a la cabeza: esas escapadas de fin de semana que se tornan en diarias a veces, refrescantes baños bajo los dorados rayos de sol, el fácilmente reconocible olor a crema solar a los alrededores de las piscinas, esas noches hasta las tantas sincerándonos con los amigos, una noche entera con una persona especial, fiestas al aire libre en las que olvidábamos todos esos problemas que nos atormentaban la cabeza día tras día, un viaje en avión a un país exótico o a una ciudad con una historia particular, un mini cursillo que te has bajado de internet para los ratos de aburrimiento (de fotografía, cómo crear una aplicación...), calles desiertas a las cuatro de la tarde o piscinas a las seis de gente dorando su piel bajo los rayos del sol...

Cuando llegue el verano, lo celebraré a lo grande. Pero eso es otra historia que será contada en otro momento.